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pondí, olvidando la deferencia que debía a mi capataz.
A unos treinta metros, Don Segundo había puesto el lazo al fugitivo y corrí en su dirección.
—¡Ténganmelo!
<—90—Pa llorarlo luego al finadito? rió Goyo.
—No, formal, ténganmelo esa maula que lo vi a hacer sonar a azotes.
—Déjelo pa mañana me ordenó sin bromas mire que tenemos que marchar y el traValerio bajo no es divirsión.
— —Me parece dijo Don Segundoque si éste no se sosiega, lo vamoh'a tener que mandar pa la jaula'e las tías.
Horacio me trajo embozalado al petizo de Festal chico.