dor! Falta lo demás. (Á Ross y Anguss.) Gracias. (Á Banquo.) ¿Crees que tus hijos serán reyes, conforme á la promesa de los que me han hecho señor de Cáudor?
Esa promesa quizá te haga ambicionar el sólio. Pero mira que á veces el demonio nos engaña con la verdad, y nos trae la perdicion envuelta en dones que parecen inocentes. Oidme dos palabras, amigos mios.
¡Con dos verdades se abre la escena de este drama, que ha de terminar con una corona régia! ¿Es un bien ó un mal este pénsamiento? Si es un mal, ¿por qué empieza á cumplirse, y soy ya señor de Cáudor? Si es un bien, ¿por qué me aterran horribles imágenes, y palpita mi corazon de un modo inusitado? El pensamiento del homicidio, más horroroso que la realidad misma, comienza a dominarme y á oscurecer mi albedrío. Sólo tiene vida en mí lo que aun no existe.
¡Qué absorto y embebecido está nuestro compañero!
Si los hados quieren hacerme rey, lo harán sin que yo busque la corona.
El nuevo honor le viene como vestido nuevo: no se le ajusta bien, por falta de costumbre!
Corra el tiempo, y suceda lo que quiera.
