Pues sí, del caballero Lanzarote. Ahora bien, no pregunteis por ese jóven caballero, porque en realidad de verdad, el hado, la fortuna ó las tres inexorables Parcas le han quitado de en medio, ó dicho en términos más vulgares, ha muerto.
¡Dios mio! ¡Qué horror! Ese niño que era la esperanza y el consuelo de mi vejez.
¿Acaso tendré yo cara de báculo, arrimo ó cayado? ¿No me conoces, padre?
¡Ay de mí! ¿qué he de conoceros, señor mio? Pero decidme con verdad qué es de mi hijo, si vive ó ha muerto.
Padre, ¿pero no me conoces?
No, caballero; soy corto de vista: perdonad.
Y aunque tuvieras buena vista, trabajo te habia de costar conocerme, que nada hay más difícil para un padre que conocer á su verdadero hijo. Pero en fin, yo os daré noticias del pobre viejo. (Se pone de rodillas.) Dame tu bendición: siempre acaba por descubrirse la verdad.
Levantaos, caballero. ¿Qué teneis que ver con mi hijo Lanzarote?