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OTELO.
YAGO.

Sí, general mio. Pero tranquilizaos, porque todo lo desmentirá.

OTELO.

¿Y qué es lo que dijo?

YAGO.

Que estuvo con ella... No sé qué más dijo.

OTELO.

¿Con ella?

YAGO.

Sí, con ella.

OTELO.

¡Con ella! ¡Eso es vergonzoso, Yago! ¡El pañuelo... confesion... el pañuelo! ¡Confesion y horca! No: ahorcarle primero y confesarle despues... Horror me da el pensarlo. Horribles presagios turban mi mente. Y no son vanas sombras, no... Oidos, labios... ¿Será verdad?... Confesion, pañuelo... (Cae desmayado.)

YAGO.

¡Sigue, sigue, eficaz veneno mio! El mismo se va enredando incauta y desatentadamente. Así vienen á perder su fama las más castas matronas, sin culpa suya. ¡Levantaos, señor, levantaos! ¿Me ois, Otelo? ¿Qué sucede, Casio? (A Casio que entra.)

CASIO.

¿Qué ha pasado?

YAGO.

El general tiene un delirio convulsivo, lo mismo que ayer.

CASIO.

Frótale las sienes.