166 STELLA
—Vamos á hacer una polla, dijo Montero y Espinosa.
Aceptada fué la idea.
—Elija Ana María aquel alazán de Paats, aconsejó Rafael á su novia.
—Yo quiero el que lleva los colores de Ramírez.
—Yo elde Luro, dijo Clara.
Y así, nda uno eligió su caballo,
—¿Y usted, señorita Alex? preguntóle Mon- tana.
—Yo no conozco. ..... Es la primera vez que asisto al Hipódromo,
—Elija aquel caballo obscuro, dijo viva mente Montero.
—Ese se llama el gana pierde, agregó Al- berto, porque sabía que era el mejor, y que por eso Montero se lo indicaba.
—¿Y qué apostamos? ¿y quién paga? pre: guntó riendo Ana María
—Yo, y un par de guantes, contestó Mon- tero que miraba las manos de Alejandra.
La señal se dió, y empezó la gran carrera, Reinó un silencio; las olas de la multitud se calmaron; era un mar atento.
Los caballos corrían, corrían sin cesar: todo el mundo estaba de pie; los ojos de todos estaban en la pista.
Montero y Espinosa iba siguiendo la carre- ra en el rostro de Alejandra, como se ve un espectáculo reflejarse en un espejo. Esa fiso- nomía expresiva lo iba informando de todo