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ra hacer una revolución en contra de O'Higgins y, procesados en Mendoza, fueron allí fusilados. Más tarde, José Miguel Carrera siguió la misma suerte cuando, después de participar en varios hechos de armas en Argentina, pretendió pasar a Chile.

Muertos los hermanos Carrera, el bando Carrerino se extinguió y los O'Higginistas pudieron ejercer el gobierno sin esta preocupación. Sin embargo, los hermanos Carrera y sus parciales siguieron pesando sobre la situación chilena, y el gobierno de O'Higgins vió alzarse en su contra una sorda protesta, pues se atribuían a él y a San Martín los fusilamientos.

O'Higgins se vió obligado a abdicar en enero de 1823, presionado por un movimiento revolucionario y, más que nada, por el descontento popular. La muerte de los Carrera fue factor esencial en esta situación.

Los principales personeros del Partido O'Higginista habían sido, hasta este momento, Juan Mackenna (muerto en Buenos Aires por Luis Carrera), Antonio José de Irisarri, Juan de Dios Vial, Andrés del Alcázar, Santiago Bueras, Ramón Freire, Pablo Vargas, José Ignacio Zenteno, José Antonio Rodríguez Aldea, etc.

Derrocado del gobierno, O'Higgins se trasladó al Perú en compañía de su familia y asumió el mando el general Ramón Freire.

Desde el momento que O'Higgins abandonó el mando, el grupo o'higginista adquirió relieves políticos definidos; tuvo por finalidad reponer en el mando a su caudillo y encaminó a esta finalidad todos sus esfuerzos, bajo la dirección de José Antonio Rodríguez Aldea, que había sido ministro de O'Higgins.

La anarquía y el desgobierno que imperaron en la república contribuyeron poderosamente para que el bando o'higginista fuera incrementándose y tomando cuerpo en la opinión pública, que ansiaba nuevamente un gobierno fuerte. Pronto la opinión política estaba dividida en dos bandos: los o'higginistas, que deseaban el retorno de O'Higgins; y los anti o'higginistas, que se oponían a él. En este último bando se habían refundido los pipiolos, los federalistas y los restos carrerinos que aun sobrevivían.

En las elecciones al congreso, realizadas en 1825, los o'higginistas obtuvieron un apreciable triunfo en Santiago, situación que los constituyó en árbitros de la situación y les dió ánimos para la obtención de sus propósitos. De inmediato concibieron la idea de reponer a O'Higgins en el gobier