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Profiere la paciente y esforzada mula como cabalgadura, enjaezándola con cierta severidad no desprovista de adornos y relumbres como cordones y trenzados de colores vivos. Las guarniciones y el elemental arreo de los mulares consulta una montura redonda para que los pellones sirvan de cama en las vigilias a campo raso. De las "cabecillas" (arzones o fustes) de la enjalma cuelgan el "guámparo" (vaso de asta), el lazo y los chifles (frascos de cuerno). Su altivez e independencia son proverbiales oponiéndose a la sumisión y ausencia de iniciativa y ambiciones del "inqui­lino", del "mediero" o del guaso, supeditados todos al pa­trón antes que a la tierra.

Toda su personalidad psicológica queda expli­cada en su "cocavín" (bastimento o cocaví). En contraste con las raciones de vino tinto y de presas de pollo de que se provee el simple viajante, las prevenciones (de cordones chillanejos) del arriero ocultan el queso, el "charqui" y las "tortillas", así como la bota de potro o de cabro contiene ese aguardiente grueso y concentrado que ellos llaman "guarapillejo". Un tacho de cobre, un machete, una "charrasca" y un cacho laboreado completan el equipo.



Bibliografía

Ruschanberger.