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Página:El Cardenal Cisneros (01).djvu/3

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EL CARDENAL CISNEROS

rasgos, trazando á lo sumo un boceto, no intentando hacer un retrato, tirando sobre el papel algunas líneas que quieran recordar aquella gran figura y aquel gran carácter, pero sin pretender reproducirlo en todas sus proporciones verdaderamente gigantescas. En los tiempos modernos, tiempos de discusión, de prensa, de tribuna, Pitt, Canning, Casimiro Perier, Roberto Peel, pueden influir sobre la opinión y levantarse como hombres de Estado, á despecho de los mismos Reyes, tan altos ó más que los Reyes mismos, en la memoria y en la gratitud de los pueblos. En los tiempos antiguos, los hombres de Estado estaban oscurecidos y eclipsados por la majestad y omnipotencia de los Reyes, de modo que aquellos grandes Ministros de las Monarquías absolutas que dejan un nombre á la posteridad, necesitan revestir los contornos de un gigante. Asi aparecen en Francia al lado de Enrique IV, Luis XIII y Luis XIV, Sully, Richelieu y el gran Colbert. Así... pero no, más grande todavía aparece en España el ilustre Cisneros al lado de los Reyes Católicos.


II.


Nació Jiménez de Cisneros el año 1416 en Torrelaguna, hijo de una familia noble, pero de modesta fortuna, y recibiendo en la pila bautismal el nombre de Gonzalo. Es regla general que á los hombres notables se adjudique una cuna ilustre. Un plebeyo que se hace célebre resulta de ordinario hijo de noble, un noble de fama hijo de Reyes, y, necesariamente, un Rey grande coloca su abolengo allá entre los dioses del Olimpo. Suponían los antiguos, y Alejandro procuraba acreditar el rumor, que el hijo de Filipo había sido engendrado directamente por el padre inmortal de los dioses, aunque su honrada madre Olimpia decía de contínuo: «¿Cuándo dejarán de calumniarme cerca de la buena esposa de Júpiter?» César, la primera vez que habló en público, se presentó como descendiente de los antiguos Reyes de Roma y de la divina Venus. No había de faltarse á esta regla al tratarse de los antepasados de Cisneros. Fray Pedro de Quíntanilla construye á su placer para nuestro héroe un árbol genealógico, por medio del cual lo entronca con D. Pelayo, el Rey Pipino, Carlo-Magno y otros personajes no menos ilustres, como sí las grandezas humanas que nacen de sí