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JUJUY


25 de Mayo de 1912.

Primera etapa de mi peregrinación patriótica conmemorando el centenario de la jura de la bandera argentina, fué Tucumán. Apenas arribada, en un frío amanecer de Mayo, dirigíme a la casa histórica, humildísima habitación que la piedad popular engarzó en suntuoso palacio, rodeado de jardines y de altos relieves alegóricos.

Nada menos emocionante, nada más prosaico que nuestra entrada: Un empleado municipal barría, soñoliento, la acera, mientras un encargado de la limpieza salía, cajón al hombro, por la puerta lateral. Sin previo anuncio, por donde él salió, me introduje, siguiendo el pasillo de la izquierda que conduce al segundo jardín: Había contorneado la preciosa reliquia.

Víme, de pronto, frente a ella y, sin prestar atención a las placas que enchapan las paredes del palacio-fanal, penetré en la humilde sala donde los Constituyentes del año 16 declararon nuestra independencia. Al entrar, no pensé en nada; sentí solamente, sentí tan hondo que una lágrima me antecedió sobre el gastado umbral. Inconsciente, recorrí el salón, los ojos nublados, el corazón henchido, las manos juntas en actitud de orar. Así me sorprendió a mí misma