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Raquel Camaña

cina internacional, alegre sociedad, nada falta. ¡Y pensar que, gracias a Cook y a las compañías de wagons—lits, así se viaja hasta Khartoum, en pleno centro de Africa!

m.

La vida, a bordo, es de deleitoso reposo, descanso de las excursiones realizadas hacia el interior del valle en una u otra margen. Detallaré, al acaso, el programa de uno de mis días: A las 7 aun toque de timbales: Es el despertar. Baño, desayuno. A las 8 y 30 partida. La mayor parte de los turistas norteamericanos, ingleses, alemanes y unos pocos franceses—montados en bonitos, dóciles, resistentes y diminutos burros egipcios; las señoras de edad, en cómodos coches que un guía, a pie, maneja galopando a la par de rápido caballo; unos pocos en camelles y yo y un matrimonio vienés, a caballo. A las 10, arribo a Tebas. A las 12, después de escalar la desnuda, trágica montaña líbica y bajar por la ladera opuesta a fresco valle, descanso y almuerzo en hotel que la varilla mágica de Cook ha hecho surgir entre tumbas. Hora y media más tarde, partida de nuevo a visitar al templo de Hatason, al pie de las montañas desiertas, rojizas, majestuosas, tétricas como las de infierno dantesco.

Otro galope para admirar el Ramasseum y los Colosos, realmente tales: a caballo no se llega al pedestal, pedestal que no se ve ni como grada desde lejos, cuando se les descubre sentados, las manos sobre las rodillas tranquilos, imponentes, al pie de la montaña.

A las 4.30, de regreso al "Ramsés": Un baño tibio y dos tazones de te con leche y descanso, muellemente acostada en la galería abierta sobre las dos márgenes del Nilo, verde a esa hora del atardecer.

El magno espectáculo del templo de Luxor, que sobre el puerto, donde está anclado nuestro buque, avanza, deja de ser visto una hora después del arribo