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á ésta, por fuerza, no por afecto; y la misma Roma volvióle las espaldas con Sixto V, negando al Imperio Cristiano la colaboración espiritual que era su fuerza y su pretexto.

Tantos desastres, en lapso tan breve, acarrearon el desencanto de las glorias patrias y el pesimismo sobre el porvenir. El pícaro, que por su carácter de correvedile popular, estaba en todos los secretos del alma española, no tenía empacho en disertar sobre «las vanidades de la honra». Vanitas vanitatum, que no aproxima sino en apariencia a Guzmán de Alfarache y al Salmista, pues para el uno es consecuencia de ese alto desdén que inspira la vida, á quienes saben dominarla desde las alturas de su virtud ó de su genio, mientras daba razón al otro para justificar sus pillerías.

La marcha triunfal de los descubrimientos se suspendía también. El lector recordará la cantidad superior de descubridores españoles, desde 1492 hasta 1610, año en que los jesuitas se establecieron en el Paraguay. Desde ése hasta 1700, y guardando las mismas proporciones de la nota citada, el resultado no es menos elocuente, al invertirse los términos; pues para 87 capitanes extranjeros,