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gundo de a bordo abrió y apareció en el umbral el alumno de la Escuela marítima, el joven parecido a un mico que Elena había visto junto a la escalera, cuando subía al barco.

La viajera se tapó los ojos con las manos y lanzó un grito desgarrador.

VI

Amaneció. Se descargaban las mercancías y desembarcaban los viajeros en Eupatoria, cuando Elena se despertó, en el puente, a causa de la niebla fría. El mar estaba tranquilo y acariciador. Al través de la niebla se veían ya los rayos del sol naciente. Se distinguía apenas a lo lejos la línea amarilla de la playa.

Sólo entonces, al recobrar el conocimiento a la luz del día, comprendió todo el horror de la noche pasada. Recordó al segundo de a bordo, después al alumno de la Escuela marítima, luego nuevamente al segundo de a bordo. Recordó cómo el griego, después de su crimen, la había sacado brutal y cínicamente del camarote. Y este recuerdo era el más doloroso de todos. En Sebastopol, el barco se detuvo durante tres horas, para desembarcar y embarcar innumerables cajones, baú les, fardos, barras de acero, sacos, planchas, etc.

La niebla se disipó. La hermosa bahía redonda, rodeada de playas amarillas, parecía dormir