Página:El diablo cojuelo (1919).pdf/100

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
98
 

Cleofás—, pues hay muchos en él que se ahogan en poca agua, y en menos se ahogara aquel regidor que entró en el ayuntamiento de las ranas del Molino quemado.

—¡Qué galante eres—dijo el Cojuelo, don Cleofás, hasta contra tus regidores!

Bajándose con esto de la azotea, y la Rufina protestando al Cojuelo que le había de cumplir la palabra al día siguiente. Todo lo cual y lo que más sucediere se deja para esotro tranco.

TRANCO IX

Y saliéndose al ejercicio de la noche pasada, aunque las calles de Sevilla, en la mayor parte, son hijas del Laberinto de Creta, como el Cojuelo cra el Teseo de todas, sin el ovillo de Ariadna, llegaron al barrio del Duque, que es una plaza más ancha que las demás, ilustrada de las ostentosas casas de los Duques de Sidonia, como lo muestra sobre sus armas y coronel un niño con una daga en la mano, segundo Isaac en el hecho, como esotro en la obediencia, el dicho que murió sacrificado a la lealtad de su padre don Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, alcaide de Tarifa; aposento siempre de los asistentes de Sevilla, y hoy del que con tanta aprobación lo es, el conde de Salvatierra, gentilhombre de la cámara del señor infante Fernando y segundo Licurgo del gobierno. Y al entrar por la calle de las Armas, que se sigue luego a siniestra mano, en un gran