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Cleofás. Pero ¿qué acompañamiento—prosiguió diciendo es éste que entra agora, de tanta gente lucida, por la puerta deste templo consagrado al uso del siglo?

—Traen a bautizar—dijo el Cojuelo—un regidor muy rico, de un lugar aquí cercano, de edad de setenta años, que se viene al don por su pie, porque sin él le han aconsejado sus parientes que no cae tan bien el regimiento. Llámase Pascual, y vienen altercando si sobre Pascual le vendrá bien el don, que parece don estravagante de la iglesia de los dones.

—Ya tienen ejemplar—dijo don Cleofás—en don Pascual, ese que llamaron todos loco, y yo, Diógenes de la ropa vieja, que andaba cubierta la cabeza con la capa, sin sombrero, en traje de profeta, por esas calles.

—Mudáranle el nombre, a mi parecer—prosiguió el Cojuelo—, por no tener en su lugar regidor Pascual, como cirio de los regidores.

—Dios les inspire—dijo don Cleofás—lo que más convenga a su regimiento, como la cristiandad de las regidores ha menester.

—En acabando de tomar el señor regidor—dijo el Cojuelo el agua del don, espera allí un italiano hacer lo mismo con un elefante que ha traído a enseñar a la puerta del Sol.

—Los más suelen llamarse—dijo el Estudiante don Pedros, don Juanes y don Alonsos. No sé cómo ha tenido tanto descuido su ayo o naire, como lo llaman los de la India Oriental; plebeyo debía