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der la comedia y haciendo que silbasen la compañía.

—Tú eres la silbada—dijo esotra—, y tu ánima.

Llegando a las manos y diciéndose palabras mayores, y tan grandes, que alcanzaron a los maridos; y sacando unos con otros las espadas, comenzó una batalla de comedia, metiéndolos en paz los mozos de mulas con los frenos que acababan de quitar; y dejándolos empelotados, se salieron don Cleofás y el Cojuelo de la venta al camino de Andalucía, quedándose abrasando a cuchilladas la compañía, que fuera un Roncesvalles del molino del papel si el Ventero no llegara con la Hermandad en busca de los dos que se fueron, para prendellos, con escopetas, chuzos y ballestas; y hallando esta nueva matanza en su venta, y jarros, tinajas y platos hechos tantos (1) en la refriega, los apaciguaron, y prendieron a los dichos representantes para llevarlos a Ciudad Real, habiendo de tener otra pelaza más pesada con el alguacil que los traía a Madrid por orden de los arrendadores, con comisión del Consejo.

TRANCO VI

En este tiempo, nuestros caminantes, tragando leguas de aire, como si fueran camaleones de alquiler, habían pasado a Adamuz, del gran Marqués del Carpio, Haro y nobilísimo descendiente de los señores antiguos de Vizcaya, y padre ilus(1) Hechos fichas, pedacitos para marcar.