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de su posada, por desmentir las espías de Cienllamas y de Chispa y Redina, y subiéndose a un terrado una tarde, de los que tienen todas las casas de Sevilla, a tomar el fresco y a ver desde lo alto más particularmente los edificios de aquella populosa ciudad, estómago de España y del mundo, que reparte a todas las provincias dél la sustancia de lo que traga a las Indias en plata y oro (que es avestruz de la Europa, pues digiere más generosos metales), espantándose don Cleofás de aquel numeroso ejército de edificios, tan epilogado, que si se derramara, no cupiera en toda la Andalucía, le dijo a su compañero:

—Enséñame desde aquí algunos particulares, si se descubren a la vista.

El Cojuelo le dijo:

—Ya por aquella torre que descubrimos desde tan lejos discurrirás que esa bellísima fábrica que está arrimada a ella es la Iglesia Mayor y mayor templo de cuantos fabricó la antigüedad ni el siglo de agora reconoce. No quiero decirte por menudo sus grandezas; basta afirmarte que su cirio pascual pesa ochenta y cuatro arrobas de cera, y el candelero de tinieblas, de grandeza notable, es de bronce, y de tanta ostentación y artificio, que ai fuera de oro no hubiera costado tanto. Su custodia es otra torre de plata, de la misma fábrica y modelo; su trascoro no perdonó piedra esquisita y preciosa a los minerales; su monumento es un templo portátil de Salomón. Pero salgámonos della, que aun con las relaciones ni los pensamientos no