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bien visto de la Corte, hijo del gran Marqués de Orani, el Almirante de Aragón, perfecto caballero, el Marqués de San Román, caballero de veras, heredero del gran Marqués de Velada, rayo de Orán, de Holanda y Gelanda, y su hermano el Marqués de Salinas, que iguala el alma con el cuerpo, copias vivas de tan gran padre, y don Iñigo Hurtado de Mendoza, primo del Duque del Infantado, grandes caballeros todos y señores, que ellos solos pueden alabarse a ellos mismos con decir quién son; que todas las lenguas de la Fama no bastan. Va con ellos don Francisco de Mendoza, gentilhombre cortesano, favorecido de todos y diestro en entrambas sillas de la espada blanca y negra.

—¿Qué tropa es ésta que viene agora a caballo? preguntó la Rufina.

—Si pasan a espacio, te lo diré—dijo el Cojuelo. Estos dos primeros son el Conde de Melgar y el Marqués de Peñafiel, que llevan en sus títulos sus aplausos; don Baltasar de Zúñiga, el Conde de Brandevilla su hermano, hijos del Marqués de Mirabel, y que lo parecen en todo; el Conde de Medellín, Portocarrero de varón, y el l'ríncipe de Arambergue, primogénito del Duque de Ariscot; el Marqués de la Guardia, que tiene título de ángel; el Marqués de la Liseda, Silva y Manrique de Lara, y [don] Diego Gómez de Sandoval, comendador mayor de Calatrava, marqués de Villazores, Añover y Humanes, don Baltasar de Guzmán y Mendoza, heredero de la gran casa