Página:El fistol del diablo.djvu/14

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dios, regresó á México al lado de su familia, que si no era rica, poseia bastantes comodidades para ocupar una buena posicion en la sociedad. Al principio, Arturo extrañó las costumbres inglesas, la actividad, el comercio y hasta el idioma; mas poco á poco fué habituándose de nuevo al modo de vivir de México, y notó ademas que los ojuelos vivarachos de las mexicanas, su pulido pié y su incomparable gracia, merecian una poca de atencion. El carácter de Arturo se hizo algo mas triste, y siempre que volvia de una concurrencia pública, reñía a los criados; le disgustaba la comida, maldecia al país y su poca civilizacion, y concluia por encerrarse en cuarto con un fastidio y un mal humor horribles, cuya causa él mismo no podia adivinar.

Una de tantas noches en que aconteció esto, y en que disponia á marcharse al teatro, se quedó un momento adelante de su espejo, pensando que si su figura no era la de un Adonis, podria al menos hacer alguna impresion en el alma de las jóvenes.

¡He! dijo: estoy decidido á empezar mis campañas de amor. He pasado una vida demasiado fastidiosa en el colegio. Este cielo azul, estas flores, este clima de México, me han reanimado el corazon, y me dan fuerza y valor para arrojarme á una vida de emociones y de placeres. Pero quisiera no una querida, sino dos, tres, veinte, si fuera posible, pues tengo tanta ambicion de amor en el corazon, como Napoleon la tenia de batallas y conquistas.

Si yo consiguiera conquistar los corazones, con amor, continuó acabándose de poner los guantes, si tuvi