Ir al contenido

Página:El hombre mediocre (1913).pdf/121

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
119
El hombre mediocre

tiva. La exageración de las formas religiosas suele coincidir con la aniquilación de todos los idealismos en las naciones y en las razas; la historia marca esa intersección en la decadencia de las castas gobernantes, y dice que el tartufismo apuntala siempre la degeneración moral de las mediocracias. En esas horas de crisis, la fe agoniza en el fanatismo decrépito y alienta formidablemente en los ideales que renacen frente á él, inquietos, irrespetuosos, demoledores, aunque predestinados con frecuencia á caer en nuevos fanatismos y á oponerse á los ideales venideros.

El hipócrita está constreñido á guardar las apariencias, con tanto afán como pone el virtuoso en cuidar sus ideales. Conoce de memoria los pasajes pertinentes del Sartor Resartus; por ellos admira á Carlyle, tanto como otros por su culto á Los héroes. El respeto de las formas hace que los hipócritas de cada época y país adquieran rasgos comunes; hay una «manera» peculiar que trasunta el tartufismo en todos sus adeptos, como hay «algo» que denuncia el parentesco entre los afiliados á una tendencia artística ó escuela literaria. Ese estigma común á los hipócritas, que permite reconocerlos no obstante los matices individuales impuestos por el rango ó la fortuna, es su profunda animadversión á la verdad.

La hipocresía es más honda que la mentira: ésta puede ser accidental, aquélla es permanente. El hipócrita transforma su vida entera en una mentira metódicamente organizada. Hace lo contrario