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José Ingenieros

viles y no encuentra ambiente propicio para formarse un carácter. Las vidas iniciadas en la servidumbre no adquieren dignidad. Los antiguos tenían mayor desprecio por los hijos de siervos, reputándolos moralmente peores que los adultos reducidos al yugo por deudas ó en las batallas; suponían que heredaban la domesticidad de sus padres, intensificándola en la ulterior servidumbre. Eran despreciados por sus amos.

Esto se repite en cuantos países hubieron una raza esclava inferior. Es legítimo. Con humillante desprecio son mirados los mulatos y mestizos, descendientes de antiguos esclavos, en todas las naciones de raza blanca que han abolido la esclavitud; su afán por disimular su ascendencia servil demuestra que reconocen la indignidad hereditaria condensada en ellos. Ese menosprecio es justo. Así como el antiguo esclavo tornábase vanidoso é insolente si trepaba á cualquier posición donde pudiera mandar, los mulatos contemporáneos se ensoberbecen en las inorgánicas mediocracias sudamericanas, captando funciones y honores que hartan los apetitos acumulados en domesticidades seculares.

La clase crea idénticas desigualdades que la raza. Los siervos fueron tan domésticos como los esclavos; la revolución francesa dió libertad política á sus descendientes, más no supo darles esa libertad moral que es el resorte de la dignidad. El burgués merece el desprecio del aristócrata, más que el odio del proletario aspirante á la burguesía;