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José Ingenieros

del cerebro alado; tanto más fácilmente cuanto que la miope simplicidad popular confunde á menudo las anfractuosidades del intestino con las circunvoluciones cerebrales».

Compréndese la arrevesada selección de las facciones oligárquicas y el pomposo envanecimiento del «pavo» que ellas consagran. Sus encomiastas, empeñados en purificarlo de toda mancha pecaminosa, intentan obstruir la verdad llamando romanticismo á su reiterada incompetencia para todas las empresas, orgullo á su vanidad, idealismo á su acidia. El tiempo disipa el equívoco devolviendo su nombre á esos dos vicios arracimados en un mismo tronco: el orgullo es compatible con el idealismo, pero el primero es la antítesis de la vanidad y el segundo lo es de la acidia.

Repujados los prohombres de hojalatería, acaban de azogarles con demulcentes crisopeyas. Orificando las caries de su dentadura moral, sus lacras llegan á parecer coqueterías, como las arrugas de las cortesanas. Ungiéndolos árbitros del orden y de la virtud, declaran prescritas sus viejas pústulas: incondicionalismos para con los regímenes más turbios, intérlopes pasiones de garito, ridículos infortunios de donjuanismo epigramático. Sus labios abrévanse en aquella agua del Leteo que borra la memoria del pasado; no advierten que después de chapalear en el vicio todo puritanismo huele á encima, como los guantes que pasan por el limpiador.

Donde medran oligarquías bajo disfraces demo