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Página:El hombre mediocre (1913).pdf/277

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El hombre mediocre

vida, no pueden redimirse del pecado original, aunque, Faustos insubordinados, pretendan escapar al maleficio de sus Mefistófeles.

El pueblo los ignora; está separado de ellos por el celo de las facciones oligárquicas. Para prevenirse de achaques indiscretos retráense de la circulación: como si de cerca no resistieran al cateo de los curiosos. Mantiénense ajenos á todo estremecimiento de raza. En ciertas horas las turbas pueden ser sus cómplices: el pueblo nunca. No podría serlo: en las mediocracias desaparece. Diríase que consiente porque no existe, substituido por cohortes que medran.

Depositarios del alma de las naciones, los pueblos son entidades espirituales inconfundibles con las piaras democráticas. Ninguna multitud es pueblo: no lo sería la unanimidad de los mediocres. Aparece en los países que un ideal convierte en naciones y reside en la convergencia moral de los que sienten la patria más alta que las oligarquías, los partidos y las sectas. El pueblo—antítesis de todos los rebaños—no se cuenta por números. Está donde un solo hombre no se complica en el abellacamiento común; frente á las huestes domesticadas ó fanáticas ese único hombre libre, él solo, es todo: pueblo y nación y raza y humanidad.