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José Ingenieros

tériles resultan los espíritus brillantes que desdeñan todo esfuerzo, tan absolutamente estériles como los imbéciles laboriosos; no da cosechas el campo fértil no trabajado, ni las da el campo estéril por más que se le are.

Ése es el profundo sentido moral de la paradoja que identifica el genio con la paciencia, aunque sean inadmisibles sus corolarios absurdos. La misma significación originaria de la palabra genio presupone algo como una inspiración transcendental. Todo lo que huele á cansancio, no siendo fatiga de vuelo alígero, es la antítesis del genio. Solamente puede acordarse este supremo homenaje á aquél cuyas obras denuncian menos el esfuerzo del amanuense que una especie de don imprevisto y gratuito, algo que opera sin que él lo sepa, por lo menos con una fuerza y un resultado que exceden á sus intenciones ó fatigas. Para griegos y latinos «genio» quería decir «demonio»: era aquel espíritu que acompaña, guía ó inspira á cada hombre desde la cuna hasta la tumba. Con la acepción que hoy se da, universalmente, á la palabra «genio», los antiguos no tuvieron ninguna; para expresarla anteponían al sustantivo «ingenio» un adjetivo que expresara su grandeza ó culminación.

No es posible proclamar genios á todos los hombres superiores. Hay tipos intermediarios. Los modernos distinguen zurdamente al hombre de genio del hombre de talento. Olvidan la aptitud inicial de ambos: el «ingenio», es decir una ca