sa mi intención; y si ella gustare y vos gustáredes de estar á merced conmigo, «bene quidem,» y si no, tan amigos como de antes, que si al palomar no le falta cebo, no le faltarán palomas. Y advertid, hijo, que vale más buena esperanza que ruín posesión, y buena queja que mala paga. Hablo desta manera, Sancho, por daros á entender que también como vos sé yo arrojar refranes como llovidos.
Y finalmente quiero decir, y os digo, que si no queréis venir á merced conmigo y correr la suerte que yo corriere, que Dios quede con vos y os haga un santo, que á mí no me faltarán escuderos más obedientes, más solícitos, y no tan empachados ni tan habladores como vos.
Cuando Sancho oyó la firme resolución de su amo, se le anubló el cielo y se le cayeron las alas del corazón: porque tenía creído que su señor no se iría sin él por todos los haberes del mundo; y así estando suspenso y pensativo, entró Sansón Carrasco, y el ama y la sobrina, deseosas de oir con qué razones persuadía á su señor que no tornase á buscar las aventuras. Llegó Sansón, socarrón famoso, y abrazándole como la vez primera, con voz levantada le dijo:
¡Oh flor de la andante caballería! ¡Oh luz resplandeciente de las armas! ¡Oh honor y espejo de la nación española ! plega á Dios todopoderoso, donde más largamente se contiene, que la persona ó personas que pusieren impedimento y estorbaren tu tercera salida, que no la hallen en el laberinto de sus deseos, ni jamás se les cumpla lo que mal desearen.
Y volviéndose al ama le dijo:
—Bien puede la señora ama no rezar más la oración de Santa Apoloria, que yo sé que es determi-