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CAPÍTULO XI.

til y espacioso seno lo que pudiese hartar, sustentar y deleitar á los hijos que entonces la poseian. Entonces sí que andaban las simples y hermosas zagalejas de valle en valle y de otero en otero en trenza y en cabello, sin mas vestidos de aquellos que eran menester para cubrir honestamente lo que la honestidad quiere y ha querido siempre que se cubra, y no eran sus adornos de los que ahora se usan, á quien la púrpura de Tiro y la por tantos modos martirizada seda encarecen; sino de algunas hojas, de verdes lampazos y yedra entretegidas, con lo que quizá iban tan pomposas y compuestas, como van ahora nuestras cortesanas con las raras y peregrinas invenciones que la curiosidad ociosa les ha mostrado. Entonces se decoraban los concetos amorosos del alma simple y sencillamente, del mesmo modo y manera que ella los concebia, sin buscar artificioso rodeo de palabras para encarecerlos. No habia la fraude, el engaño ni la malicia, mezcládose con la verdad y llaneza. La justicia se estaba en sus propios términos, sin que le osasen turbar ni ofender los del favor y los del interes, que tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen. La ley del encaje[1] aun no se habia sentado en el entendimiento del juez, porque entonces no habia que juzgar, ni quien fuese juzgado. Las doncellas y la honestidad andaban, como tengo dicho, por donde quiera solas y señeras[2], sin temor que la agena desenvoltura y lascivo intento las menoscabasen, y su perdicion nacia de su gusto y propia voluntad: y ahora en estos nuestros detestables siglos no está segura ninguna, aunque la oculte y cierre otro nuevo laberinto como el de Creta; porque allí por los resquicios ó por el aire con el zelo de la maldita solicitud se les entra la amorosa pestilencia, y les hace dar con todo su recogimiento al traste: para cuya seguridad, andando mas los tiempos, y creciendo mas la malicia, se instituyó la órden de los caballeros andantes para defender las doncellas, amparar las viudas, y socorrer á los huérfanos y á los menesterosos. Desta órden soy yo, hermanos cabreros, á quien agradezco el agasajo y buen acogimiento que haceis á mí y á mi escudero: que aunque por ley natural están todos los que viven obligados á favorecer á los caballeros andantes, todavía por saber que sin saber vosotros esta obligacion me acogisteis y regalastes, es razon que con la voluntad á mí posible os agradezca la vuestra.

  1. La sentencia del juez voluntaria y caprichosa desentendiéndose de las leyes.
  2. En las primeras ediciones y en las demas se decia señoras en lugar de señeras: errata de imprenta conocida. Señero ó señera quiere decir, solo ó sola: son voces anticuadas, que vienen del adjetivo latino singuli: y de aquí sendos, senos, sennos, señeros y señeras. Solo señero se decia por lo comun antiguamente.
TOMO I.
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