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Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote del Mancha.djvu/424

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DON QUIJOTE.

merece: y porque vieses que, siendo conmigo tan inhumana, no era posible dejar de serlo contigo, quise traerte á ser testigo del sacrificio, que pienso hacer á la ofendida honra de mi tan honrado marido, agraviado de tí con el mayor cuidado que te ha sido posible, y de mí también con el poco recato que he tenido del huir la ocasion, si alguna te dí, para favorecer y canonizar tus malas intenciones: torno á decir que la sospecha que tengo que algun descuido mio engendró en tí tan desvariados pensamientos, es la que mas me fatiga y la que yo mas deseo castigar con mis propias manos, porque castigándome otro verdugo quizá seria mas pública mi culpa; pero antes que esto haga quiero matar muriendo, y llevar conmigo quien me acabe de satisfacer el deseo de la venganza que espero y tengo, viendo allá, donde quiera que fuera, la pena que da la justicia desinteresada y que no se dobla, al que en términos tan desesperados me ha puesto. Y diciendo estas razones; con una increible fuerza y ligereza arremetió á Lotario con la daga desenvainada, con tales muestras de querer enclavársela en el pecho, que casi él estuvo en duda si aquellas demostraciones eran falsas ó verdaderas, porque le fué forzoso valerse de su industria y de su fuerza para estorbar que Camila no le diese. La cual tan vivamente fingia aquel estraño embuste y falsedad[1], que por dalle color de verdad la quiso matizar con su misma sangre; porque viendo que no podia herir á Lotario, ó fingiendo que no podia, dijo: Pues la suerte no quiere satisfacer del todo mi tan justo deseo, á lo menos no será tan poderosa, que en parte me quite que no le satisfaga. Y haciendo fuerza para soltar la mano de la daga que Lotario la tenia asida, la sacó y guiando su punta por parte que pudiese herir no profundamente, se la entró y escondió por mas arriba de la islilla del lado izquierdo junto al hombro, y luego se dejó caer en el suelo como desmayada. Estaban Leonela y Lotario suspensos y atónitos de tal suceso, y todavía dudaban de la verdad de aquel hecho, viendo á Camila tendida en tierra y bañada en su sangre. Acudió Lotario con mucha presteza despavorido y sin aliento á sacar la daga, y en ver la pequeña herida salió del temor que hasta entonces tenia, y de nuevo se admiró de la sagacidad, prudencia y mucha discrecion de la hermosa Camila; y por acudir con lo que á él le tocaba, comenzó á hacer una larga y triste lamentacion sobre el cuerpo de Camila,

como si estuviera difunta, echándose muchas maldiciones, no

  1. En las ediciones originales se decia por yerro de imprenta fealdad.