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CAPÍTULO XLI.

do, que quizá la alborotara, viendo que su negocio andaba en boca de renegados; pero Dios que lo ordenaba de otra manera, no dió lugar al buen deseo que nuestro renegado tenia, el cual viendo cuan seguramente iba y venia á Sargel, y que daba fondo cuando y como, y adonde queria, y que el tagarino su compañero no tenia mas voluntad de lo que la suya ordenaba, y que yo estaba ya rescatado, y que solo faltaba buscar algunos cristianos que bogasen el remo, me dijo que mirase yo cuales queria traer conmigo, fuera de los rescatados, y que los tuviese hablados para el primer viérnes, donde tenia determinado que fuese nuestra partida. Viendo esto, hablé á doce españoles, todos valientes hombres de remo, y de aquellos que mas libremente podian salir de la ciudad: y no fué poco hallar tantos en aquella coyuntura, porque estaban veinte bajeles en corso, y se habian llevado toda la gente de remo, y estos no se hallaran, si no fuera que su amo se quedó aquel verano sin ir en corso á acabar una galeota que tenia en astillero: á los cuales no les dije otra cosa, sino que el primer viérnes en la tarde se saliesen uno á uno disimuladamente y se fuesen á la vuelta del jardin de Agimorato, y que allí me aguardasen hasta que yo fuese. A cada uno dí este aviso de por sí , con órden que aunque allí viesen otros cristianos, no les dijesen, sino que yo les habia mandado esperar en aquel lugar. Hecha esta diligencia, me faItaba hacer otra que era la que mas me convenia, y era la de avisar á Zorayda en el punto que estaban los negocios, para que estuviese apercibida y sobre aviso, que no se sobresaltase, si de improviso la asaltásemos antes del tiempo que ella podia imaginar, que la barca de cristianos podia volver y así determiné de ir al jardín y ver si podia hablarla, y con ocasion de coger algunas yerbas, un dia antes de mi partida fui allá, y la primera persona con quien encontré fué con su padre, el cual me dijo en lengua que en toda la Berbería y aun en Constantinopla se habla entre cautivos y moros, que ni es morisca, ni castellana, ni de otra nacion alguna, sino una mezcla de todas las lenguas, con la cual todos nos entendemos. Digo pues, que en esta manera de lenguage me preguntó que qué buscaba en aquel su jardin, y de quien era. Respondíle, que era esclavo de Arnaute Mamí[1], y esto porque sabia yo por muy cierto, que era un grandísimo amigo

suyo, y que buscaba de todas yerbas para hacer ensalada. Pre-

  1. Este corsario fué el que cautivó á Cervantes, y era (dice el P. Haedo), tan cruel bestia, que tenia su casa y bajeles llenos de orejas y narices cortadas á pobres cautivos cristianos por ligerísimas causas. (Topografia, ó Historia de Argel: fol. 122.)