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Don Quijote.

jor qne pude, sin qne os dejase una mínima parte en el pecho, yo le limpié con un pañizuelo de puntas, yo partí con éi de carrera para Francia, habiéndoos primero puesto en el seno de la tierra ccmci tantas lágrimas, que fueron bastantes á lavcirme las manos y lim- piarme con ellas la sangre que lenian de haberos ansiado en las en- trañas, y por mas señas, primo de mi alma, en el primero lugar que topé, saliendo de Roncesvállcs, eche un poco de sal en vuestro co- razón, porque no oliese mal, y fuese, si no fresco, á lo menos amo- jamado á la presencia de la señora Belerma, la cual con vos y con- migo y con Guadiana vuestro escudero, y con la dueña Ruidera y sus siete hijas y dos sobrinas, y con otros muchos de vuestros co- nocidos y amigos nos tiene aquí encantados el sabio Merlin ha mu- chos años, y aunque pasan de quinientos, no se ha muerto ningu- no de nosotros, solamente falta Ruidera y sus hijas y sobrinas, las cuales llorando, por compasión que debió de tener Merlin dellas las convirtió en otras tantas lagimas, que ahora en el mundo de los vi- vos y en la provincia de la Mancha las llaman las lagunas de Rui- dera: las siete son de los reyes de España, y las dos sobrinas de los caballeros de una orden santísima, que ilaman de San Juan. Guadiana vuestro escudero plañendo asimesmo vuestra desgracia, fué convertido en un rio llamado de su mesmo nombre, el cual cuando llegó á la superficie de la tierra y vi6 el sol del otro cielo, fué tanto el pesar que sintió de ver que os dejaba, que se sumergió en las entrañas de la tierra; pero como no es posible dejar de acu- dir á su natural corriente, de cuando en cuando sale y se muestra donde el sol y las gentes le vean. Vánle administrando de sus aguas las referidas lagunas, con las cuales y con otras muchas que se lle- gan, entra pomposo y grande en Portugal. Pero con todo esto, por donde quiera que va muestra su tristeza, y melancolía, y no se pre- cia de criar en sus aguas peces regalados y de estima, sino burdos y desabridos, bien diferentes de los del Tajo dorado: y esto que ago- ra os digo, ó primo mió, os lo he dicho muchas veces, y como no me respondéis, imagino que no me dais crédito ó no me ois, de lo que yo recibo tanta pena cual Dios lo sabe. Unas nuevas os quie- ro dar ahora, las cuales ya que no sirvan de alivio á vuestro dolor, no os le aumentarán en ninguna manera. Sabed que tenéis aquí en vuestra presencia (y abrid los ojos y veréislo) aquel gran caba- llero, de quien tantas cosas tiene profetizadas el sabio Merlin, aquel Don duijote de la Mancha digo, que de nuevo y con mayores ven-

tajas que en los pasados siglos ha resucitado en los presentes la ya