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Don Quijote.

como decis, dijo el Duque.-Déjeme vuestra grandeza, respondió Sancho, que no estoy agora para mirar en sotilezas ni en letras mas á menos, porque me tienen tan turbado estos azotes que me han de dar, ó me tengo de dar, que no sé lo que me digo, ni lo que me ha- go. Pero querria yo saber de la señora mi señora Doña Dulcinea del Toboso, adónde aprendió el modo de rogar que tiene: viene å pe- dirme que me abra las carnes á azotes, y llámame alma de cántaro y bestion indómito con una tira mira de malos nombres que el dia- blo los sufra. ¿Por ventura son mis carnes de bronce? ¿ó vame á mí algo en que se desencante ó no? ¿Qué canasta de ropa blanca, de camisas, de tocadores y de escarpines, aunque no los gasto, trae delante de sí para ablandarme, sino un vituperio y otro, sabiendo aquel refran que dicen por ahí, que un asno cargado de oro sube ligero por una montaña, y que dádivas quebrantan peñas, y á Dios rogando y con el mazo dando, y que mas vale un toma que dos te daré? Pues el señor mi amo, que habia de traerme la mano por el cerro y halagarme, para que yo me hiciese de lang y de algodon cardado, dice, que si me coge, me amarrará desnudo á un árbol y me doblará la parada de los azotes: y habian de considerar estos lastimados señores, que no solamente piden que se azote un escu- dero, sino un gobernador, como quien dice, bebe con guindas. Aprendan, aprendan mucho de enhoramala á saber rogar y á saber pedir y á tener crianza, que no son todos los tiempos unos, ni es- tán los hombres siempre de un buen humor. Estoy yo ahora re- ventando de pena por ver mi sayo verde roto, y vienen å pedirme que me azote de mi voluntad, estando ella tan agena dello, como de volverme Cacique.-Pues en verdad, amigo Sancho, dijo el Du- que, que si no os ablandais mas que una breva madura, que no ha- beis de empuñar el gobierno. Bueno seria que yo enviase á mis insulanos un gobernador cruel de entrañas pedernalinas, que no se doblega á las lágrimas de las afligidas doncellas, ni á los ruegos de discretos, imperiosos y antiguos encantadores y sabios. En reso- lucion, Sancho, ó vos habeis de ser azotado ó os han de azotar, ó no habeis de ser gobernador.-Señor, respondió Sancho, ¡no se me darian dos dias de término para pensar lo que me está mejor? No, en ninguna manera, dijo Merlin: aquí, en este instante y en este lugar ha de quedar asentado lo que ha de ser deste negocio: 6 Dulcinea volverá á la cueva de Montesinos y á su pristino estado de labradora, ó ya en el ser que está será llevada á los Eliseos cam-

pos, donde estará esperando se cumpla el número del vápulo.-Ea,