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Don Quijote.

yas luces descubrieron un rostro de una muger, al parecer, de diez y seis ó pocos mas años, recogidos los cabellos con una redecilla de oro y seda verde, hermosa como mil perlas: miráronla de arriba abajo, y vieron que venia con unas medias de seda encarnada, con ligas de tafetan blanco y rapacejos de oro y aljófar: los gregüescos eran verdes de tela de oro, y una saltaembarca ó ropilla de lo mes- mo suelta, debajo de la cual traia un jubon de tela finísima de oro y blanco, y los zapatos eran blancos y de hombre: no traia espada ceñida, sino una riquísima daga, y en los dedos muchos y muy buenos anillos. Finalmente la moza parecia bien à todos, y nin- guno la conoció de cuantos la vieron, y los naturales del lugar di- jeron, que no podian pensar quien fuese, y los consabidores de las burlas que se habian de hacer á Sancho, fueron los que mas admi- raron, porque aquel suceso y hallazgo no venia ordenado por ellos, y así estaban dudosos esperando en qué pararia el caso. Sancho quedó pasmado de la hermosura de la moza, y preguntóle ¿quién era, adónde iba, y qué ocasion le habia movido para vestirse en aquel hábito? Ella puestos los ojos en tierra, con honestísima ver- güenza, respondió:-No puedo, señor, decir tan en público lo que tanto me importaba fuera secreto: una cosa quiero que se entienda, que no soy ladron, ni persona facinerosa, sino una doncella desdi- chada, á quien la fuerza de unos zelos ha hecho romper el decoro que á la honestidad se debe. Oyendo esto el mayordomo, dijo á Sancho:-Haga, señor gobernador, apartar la gente, porque esta se- ñora con menos empacho pueda decir lo que quisiere. Mandolo así el Gobernador, apartáronse todos, si no fueron el mayordomo, maestresala y el secretario. Viéndose pues solos, la doncella pro- siguió diciendo:-Yo, señores, soy hijo de Pedro Perez Mazorca, arrendador de las lanas deste lugar, el cual suele muchas veces ir en casa de mi padre.-Eso no lleva camino, dijo el mayordome, se- ñora, porque yo conozco muy bien á Pedro Perez, y sé que no tie- ne hijo ninguno, ni varon, ni hembra: y mas, que decis que es vues- tro padre, y luego añadis que suele ir muchas veces en casa de vues- tro padre.-Ya yo habia dado en ello, dijo Sancho.-Ahora, seño- res, yo estoy turbada, y no sé lo que me digo, respondió la donce- lla; pero la verdad es que yo soy hija de Diego de la Llana, que to- dos vuesas mercedes deben de conocer.-Aun eso lleva camino, res- pondió el mayordomo, que yo conozco á Diego de la Llana, y sé que es un hidalgo principal y rico, y que tiene un hijo y una hija,

y que despues que enviudó, no ha habido nadie en todo este lugar