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El juguete rabioso

ticas que genera el sol, pueden ser utilizadas y condensadas". Qué bárbaro, primero condensadas, después utilizadas diablo, — ¿cómo podrían condensarse las corrientes electromagnéticas del sol?

Sabía por noticias científicas que aparecen en distintos periódicos, que Tesla, el mago de la electricidad, había ideado un condensador del rayo.

Así soñara hasta el anochecer, cuando en la habitación contigua escuché la voz de la señora Rebeca Naidath, amiga de mi madre.

—¡Ola! ¿cómo está, fran drodman? ¿cómo está mi hijita?

Levanté la cabeza del libro para escuchar.

La señora Rebeca pertenecía al rito judío. Su alma era ruín porque su cuerpo era pequeño. Caminaba como una oca, y escudriñaba como un águila... Yo la detestaba por ciertas trastadas que me había hecho.

—¿Silvio no está? Tengo que hablarle. — En un santiamén estuvo en la otra habitación.

—¡Ola! ¿cómo le va frau, qué hay de nuevo?

—¿Tú sabes mecánica?

—Claro... Algo sé. ¿No le enseñaste, mamá, la carta de Ricaldoni?

Efectivamente, Ricaldoni me había felicitado por algunas combinaciones mecánicas absurdas que yo ideara en mis horas de vagancia.

La señora Rebeca dijo:

—Sí, ya la ví. Ya la ví. Toma — y alcanzándome un diario en cuya página su dedo de uña orlada de mugre, señalaba un aviso, comentó:

—Mi marido me dijo que viniera y te avisara. Lee.

Con los puños en las caderas, echaba el busto hacia mí. Se tocaba con un sombrerito negro, cuyas plumas desbarbadas colgaban lamentables. Sus pupilas negras me inspeccionaban irónicamente el rostro, y a momentos apar-