Página:El libro de los cuentos.djvu/273

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 273

venerable, y mira al cielo y á la tierra, puesto que por los lados solo encontrarás la perdición de tu alma y la de tu cuerpo.

Pero el mozo tenia veinte años, y, contra su misma voluntad, no podia resistir la tentación de mirar por los lados. En esto hablan llegado á la ciudad, y á los primeros pasos que dieron en ella, el joven se detuvo con los pies clavados en el suelo y los ojos en la puerta de la casa mas próxima. En ella se veia una joven de dulce y arrebatadora hermosura, á la que contemplaba el mozo en el mas delicioso arrobamiento.

— Anda, le dijo el padre del Yermo al observarlo; y dándole suavemente en el hombro, con su nudoso bordón.

— ¡Ah, padre! ¡padre mió! ¿quién es? dijo el joven entusiasmado.

— ¡Huye, hijo mió! ¡huye! es el diablo.

— ¡El diablo! ¡ah! ¿y no nos es permitido en el Yermo tener un diablo como ese?


Lo que es gollería en una venta.

Un caminante preguntó en una venta si habia cama.

— Si que la hay; medid siete pies de este suelo, y acostaos.

— ¿Habrá además, dijo el viajero, una piedra para poner la cabeza?

— Eso es, eso, pedid gollerías.


Pensamiento.

Decia cierto hombre chistoso que una de las pocas cosas buenas que tenian los casados era la esperanza de enviudar.


El pobre y los ladrones.

Habia uno empobrecido de modo que ya no le quedaban ni dinero ni muebles, y como entrasen