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Noche servia

—¡Hermanos, no nos dejéis!... ¡Hermanos, por Jesús!

Luego reconocieron lentamente la necesidad del abandono, aceptando su suerte con resignación. ¿Pero caer en manos de los adversarios? ¿Quedar á merced del búlgaro ó el turco, enemigos de largos siglos?... Los ojos completaron lo que las bocas no se atrevían á proferir. Ser servio equivale á una maldición cuando se cae prisionero. Muchos que estaban próximos á morir temblaban ante la idea de perder su libertad.

La venganza balkánica es algo más temible que la muerte.

—¡Hermano!... ¡hermano!...

El capitán, adivinando los deseos ocultos en estas súplicas, evitaba el mirarles.

—¿Lo queréis?—preguntó varias veces.

Todos movieron la cabeza afirmativamente. Ya que era preciso este abandono, no debía alejarse la retaguardia dejando á sus espaldas un servio con vida.

¿No hubiera suplicado el capitán lo mismo al verse en idéntica situación?...

La retirada, con sus dificultades de aprovisionamiento, hacía escasear las municiones. Los combatientes guardaban avaramente sus cartuchos.

El capitán desenvainó el sable. Algunos soldados habían empezado ya el trabajo empleando las bayonetas, pero su labor era torpe, desmañada, ruidosa: cuchilladas á ciegas, agonías interminables, arroyos de sangre. Todos los heridos se arrastraban hacia el capitán, atraídos por su categoría, que representaba un honor, y admirados de su hábil prontitud.

—¡A mí, hermano!... ¡A mi!

Teniendo hacia fuera el filo del sable, los hería con la punta en el cuello, buscando partir la yugular del primer golpe.