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Saboreando estas dulces emociones, la molinera entró majestuosamente en el salon, y se sentó en el filo de una silla.

A su paso por el moling, calculando que en la ciudad tendria que hacer visitas de importancia, se habia arreglado un poco y puestose una mantilla de franela negra, con grandes felpones, que le sentaba divinamente. Parecia toda una seDora y Por lo que toca al corregidor, habia guardado silencio durante aquel episodio.

El rugido de la señá Frasquita y su aparicion en la escena, no habian podido ménos de sobresaltarlo. Aquella mujer le causaba ya más terror que la suya propia.

—Conque vamos, tio Lúcas—prosiguió Doña Mercedes, dirigiéndose á su marido.Ahí tiene V. á la scñá Frasquita... ¡Puede Vvolver å formular su demanda!

—Mercedes, ¡por los clavos de Cristo!gritó el corregidor.—¡Mira que tú no sabes de lo que soy capaz! ¡Nuevamente te conjuro á que dejes la broma y me digas todo lo