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D. Eugenio sintió aquel nuevo agravio, y se lanzó sobre el tio Lúcas como un basilisco.

Pero la señá Frasquita metió el montante, apartando al corregidor con el brazo de marras, y su señoría, en evitacion de otra voltereta y del consiguiente escarnio, se dejó atropellar sin decir oxte ni moxte.Estaba visto que aquella mujer habia nacido para domadora del pobre viejo...

El tio Lúcas se puso más pálido que la muerte al ver que su mujer se le acercaba; pero luego se dominó, y, con una risa tan horrible que tuvo que llevarse la mano al corazon para que no se le hiciese pedazos, dijo, remedando siempre al corregidor: Dios te guarde, Frasquita! Le has enviado ya á tu sobrino el nombramiento?

¡Hubo que ver entonces á la navarra!

Tiróse la mantilla atrás, levantó la frente con una soberbia de leona, Y₁ clavando en el falso corregidor dos ojos como dos puñales, —Te desprecio, Lúcas!—le dijo en mitad de la cara.