la absurda fórmula de que parecia cojo de los dos piés. En cambio (añade la tradicion) su rostro era regular, aunque ya bastante arrugado por la falta absoluta de dientes y muelas; moreno verdoso, como cl de casi todos los hijos de las Castillas; con grandes ojos oscuros, en que relampagueaban la cólera, el despotismo y la lujuria; con finas Y traviesas facciones, que no tenian la expresion del valor personal, pero s la de una malicia artera capaz de todo, y con cierto aire de satisfaccion, medio aristocrático, medio libertino, que revelaba que aquel hombre habria sido, en su remota juventud, muy agradable y acepto á las mujeres, á pesar de sus piernas y de su jorobasí D. Eugenio de Zúñiga y Ponce de Leon (que así se llamaba su señoría) habia nacido en Madrid de una familia ilustre, y frisaria á la sazon en los cincuenta y cinco años, llevando cuatro, de corregidor en la ciudad de que tratamos, donde se casó, á poco de llegar, con la principalisima señora que diremos más adelante.