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Más todavía. Cuando un obrero se "socorre", es decir, cuando vende su trabajo, comprometiéndose a darlo en una fecha más o menos fija a las empresas industriales, nacionales o extranjeras, y no llega a darlo en la fecha estipulada, es perseguido por las autoridades como un criminal. Una vez capturado, y sin oír defensa alguna de su parte, se le obliga, por la fuerza, a prestar los servicios prometidos. Es, en pocas palabras, el sistema de los trabajos forzados.


—En fin —repuso el subprefecto, en tono conciliador—. Ya veremos el modo de arreglarnos y conciliar intereses. Ya veremos. Tenemos tiempo...

Los hermanos Marino, despechados, refunfuñaron a una voz:

—Muy bien. Perfectamente...

El subprefecto sacó su reloj:

—¡Las once menos cuarto! —exclamó—. A las once tenemos sesión de la Junta Conscriptora Militar...

Y, precisamente, al instante, empezaron a llegar al despacho subprefectural los miembros de la Junta. El primero en llegar fue el alcalde Parga, un antiguo montonero de Cáceres muy viejo y encorvado, astuto y ladrón empedernido. Después llegaron juntos el juez de primera instancia, doctor Ortega, el médico provincial, doctor Riaño, y el vecino notable de Colca, Iglesias, el más rico propietario de la provincia. El doctor Ortega sufría de una furunculosis permanente y, originario de Lima, llevaba ya en Colca unos diez años de juez. Una historia macabra se contaba de él. Había tenido una querida, Domitila, a quien parece llegó a querer con frenesí. Pero Domitila murió hacía un año. La gente refería que el doctor Ortega no podía olvidar a Domitila y que una noche, pocas semanas después del en-