Página:En la paz de los campos (1909).pdf/194

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 190 —

hemos ofrecido cinco años de plazo para rehacerse, para prever y remediar el mal, y cinco años son tiempo... Si no sale uno de apuros en cinco años, no sale nunca... ¿Qué hemos pedido en cambio? Seis por ciento, nada más, con una pequeña comisión para los intermediarios. ¿Somos unos ogros?

La pregunta quedó sin respuesta; y el labrador siguió diciendo lentamente: —Durante cinco años, ha dormido usted á pierna suelta, ha vivido usted bien, dado fiestas, gozado del presente y olvidado el porvenir, es decir, el vencimiento. ¿Debíamos nosotros ir á su casa, á turbar la fiesta, para advertirle que los días se iban y, con ellos, los meses y los años?... ¿Cómo nos hubiera usted recibido?... Y, pasados los cinco años, se despierta usted y grita Fuego!... No comprendo; no comprendemos.

El Conde escuchaba impasible y con los brazos cruzados. Por un momento estaba reconquistado y se esforzaba por estar tranquilo. Con voz reposada, replicó: —Habla usted como un libro, son ustedes unos santos; pero lo que los pierde es el orgullo. Tienen la pretensión de burlarse del mundo, y olvidan que todo el mundo tiene más talento que ustedes. A pesar de sus órdenes de bolsa y de sus operaciones de banca, siguen ustedes siendo gentecilla de cerebro obscuro, de espinazo encorvado y de mirada bizca por herencia.

Sus abuelos han arañado demasiado la tierra, temiendo recibir golpes, y á ustedes les queda algo. Esto en cuanto á su moralidad, y para probarles que no me engañan sus hermosas frases y que si quieren quedarse conmigo, después de quedarse con mis bienes, la cosa no es posible... Llegan ustedes cien años tarde; el Terror ha pasado...

Al oir aquellas impertinencias dichas sin prisa, la cuadrilla de los harapientos agrupada en torno de la