Página:En la paz de los campos (1909).pdf/263

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 259 —

sido siempre y en todo esencialmente buena, y la quiso más. Trató otra vez de reconstituir la personalidad de su madre en aquel marco en que había vivido de soltera, y reconoció que había sufrido siempre, por lo que la quiso más también.

Un soplo de libertad refrescaba sus pensamientos, antes de confundirse con el gran Todo; se sentía el corazón anegado de ternura por el ambiente impersonal y de caridad solidaria por unos seres arrojados como él en lo desconocido.

Llegó á encontrar la serenidad y se aproximó á la razón pura, pero pensó cada vez menos en preparar sus días.

—¡Qué bueno será—pensaba,— formar parte del pasado; dormir debajo de tierra, ese rinconcito en la inmensidad;. dormir para siempre, aproximado—por la grandeza misma del espacio y del infinito—á todo lo que se ha conocido y amado!

La amplitud de sus pensamientos le admiró; era otro hombre y sonrió al echar de ver que ese hombre acababa de nacer en el momento de morir.

El castillo entero llegó á ser un recuerdo y un motivo de recogimiento; el medio le envolvía y le ahogaba; la locura que había quedado en los rincones obscuros le penetró.

Aquella educación desarrollada todos los días y favorecida por la soledad y la vida de las horas; aquella instrucción de los hechos y de los seres desaparecidos produjeron lo que debían producir: un razonamiento loco, una imaginación alucinada, la descomposición completa de un cerebro extenuado por los ensueños.

Jacobo tenía conciencia de ello y saludaba el fin como una aurora. Aquella hiperestesia no dejaba de tener su encanto. En aquel corazón dilatado, los lati-