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al menos de cerca, y sobre todo convertido en bueno.

Le querría aún más, si es posible, y después sería horroroso...

—Esa es también mi opinión—afirmó Garnache ;no le diré nada. Y, aun así, estoy bastante inquieto.

Berta no fué advertida y continuó en su puesto de observación contemplando á Jacobo, sin sospechar que le era permitido acercarse á él.

Con frecuencia el ver al joven la llenaba de curiosidad y no comprendía sus actitudes. ¿En qué pensaba?

Así, cuando retrocedía en la pradera, tenía la vista fija durante largo rato en una ventana, la más alta, al lado del tejado.

Berta levantaba los ojos y examinaba á su vez el sitio, sin descubrir nada que mereciese tanta atención..

Otras veces el joven iba y venía con las manos en la espalda delante de la fachada principal, se paraba cada vez que pasaba por la escalinata y parecía que contaba los escalones con la cabeza baja.

Berta no sabía que fué en aquel sitio donde el conspirador bonapartista cayó con la frente agujereada con una bala; si lo hubiera sabido, hubiera comprendido.

Otros días y otras horas el pobre Vizconde se sentaba en un banco de madera al lado de un castaño gigantesco, y allí, bajo la bóveda de la arboleda, permanecía con los ojos cerrados. Berta le distinguía apenas, más bien le adivinaba; y para no turbar lo que ella creía sueño, la infeliz mujer, aunque estaba muy lejos, retenía el aliento y le mecía en su mente.

Aquel amor maternal al que nunca se había permitido una libre expresión y desnaturalizado desde el principio, se convertía á la larga en una temerosa idolatría. A fuerza de desempeñar ante aquel falso Viz-