La cosa había estado bien hecha; Jacobo no había querido de ningún modo que su última tierra pasase á los Piscop ó á los Grivoize; y lo había logrado...
Gervasio se refa solo, al pensar en la cara que iban á poner su buen hermano Anselmo, sus queridos primos Antonín y Timoteo y, principalmente, el joven Hilario.
Este muchacho de veinte años, vanidoso como un pavo real, había heredado de un hermano de su madre una fortuna particular, y no ocultaba la intención de comprar Reteuil aunque tuviese que aplastar á sus concurrentes pagando aquella finca tres veces más de lo que valía.
Hilario confesaba ingenuamente las causas de esta aparente prodigalidad.
Como Gervasio, se ennoblecería á su vez, pues no habiendo ningún Reteuil, á los tres años de ser dueño de aquella tierra se llamaría Hilario Grivoize de Reteuil.
Al cabo de cinco años suprimiría el Grivoize y sería Hilario de Reteuil, noble si los hay para su gloria y la de su posteridad.
Tal era de ordinario su razonamiento, al que sus primos respondían con burlas y amenazas de no soltar prenda, cualquiera que fuese el precio; pero él sabía que eran demasiado avaros y prudentes para así arriesgarse.
Había, pues, disputa acerca de Reteuil y la buena armonía de aquellas familias, en otro tiempo unidas para su bien y el mal ajeno, estaba rota por nuevas ambiciones y rivalidades.
—Y bien—pensaba Gervasio,—esto lo arregla todo; aparece un tercer ladrón que pone á todo el mundo de acuerdo... Ese Hilario es capaz de coger una enfermedad.