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LA MUJER 5 5 A rr,

deal de la mujer digna de la enorme responsabilidad de y dirigir una familia, sólo se aleanzará cuando los en- cargados de prepararla tengan en cuenta que debe dárscle una educación integral especialísima, que la haga dueña de un or- sanismo equilibrado, rico en fuerzas y capaz de reaccionar ara- pliamente contra el dolor, la fatiga y los mil contragolpes a que su situación en la familia la expone; un organismo que se sienta parte integrante de la naturaleza, amante de sus belle- zas, euyos secretos y cuya profunda sabiduría ha penetrado; un organismo, en fin, bien provisto de fuerzas defensivas, mer- ecd a les euales no sólo sea capaz de protegerse a sí propia, 5 también a los seres más débiles. que la naturaleza ha puesto a su cuidado.

Si hoy pasa por heregía y antifemenino, para emplear la expresión de Bebel, el que una mujer posea fuerza física, va- lor y resolución, sin que sepa negarse que con tales cualida- des podría defenderse de muchas injusticias y sinrazones, no está lejano el día, tal vez, en que se mirará como un atentado social el que, desdeñando la educación física, se trabaje en des- envolver de una manera exagerada la sensibilidad femenina, de suyo aguzada por un prolongado ejercicio durante muchas generaciones.

Mientras el concepto de la educación femenina no se haga evidente, la sociedad no tiene el derecho de reprochar a la rau- jer cuando revela sentimentalismos morbcsos, de los que la primera víctima es ella misma y en seguida la familig, para la que en lugar de ser un miembro útil es un enfermo capri- choso que hs y que complacer.

No ticne tampoco el derecho de reprockarle que sea presa fácil de la superstición y el fanatismo que recluta sus elemen- tos entre los seres débiles de temperamento impresionabie y sensibilidad desordenada.

Los que se preocupen de la educación femenina, no deben perder de vista que, siendo la mujer la que imprime su fiso- nomía al hogar, la que obra sobre la sociedad entera, trasmi- tiéndole sus ideales y sus virtudes, así también como sus fla- quezas, será poco todo lo que se haga por formar en ella, des- de temprano, los resortes de un carácter íntegro, enérgico y sincero, capaces de resistirse a que los falseen la vanidad, la ambición o el temor que engendran la hipocresía, máscara tras la cual se acomodan tun bien todas las caricaturas de la virtud.






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