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VIRGILIO.


CXVII.

El cual de un tajo derribado habia
A Anxur la izquierda mano y del escudo
El cerco ponderoso (Anxur, que fia
En cierta frase mágica, y desnudo
Por ella de temor, ya al cielo erguía
El pensamiento, y prometerse pudo
Edad prolija y venerables canas:
¡Todo error grande y esperanzas vanas!);

CXVIII.

Cuando, con armadura refulgente,
De Fauno que en las selvas habitaba
Y la ninfa Driope procedente,
Tarquito arrostra audaz su furia brava:
A éste la cota y el paves ingente
Con su asta misma él de traves entraba,
Y la cabeza al que, rogando, áun iba
Mil cosas á decir, hiere y derriba.

CXIX.

Y el caliente cadáver impeliendo,
Con pecho rencoroso dice encima:
«Madre aquí no vendrá, ¡jayan tremendo!
Que tu cuerpo con blanda tierra oprima,
Ni habrás patrio sepulcro. Te encomiendo
A las aves de presa, ó á la sima
Te lleven de la mar sus ondas vagas
Y peces gusten tus sangrientas llagas.»