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VIRGILIO.


CLXXX.

»Sí, que en vosotras el imperio siento
Del magnánimo Jove! ¿El precio es ése
De mi virginidad? ¿Qué á mi contento
Presta eterno vivir? ¡Nunca él hubiese
De la ley del comun fenecimiento
Exentado mi sér! Mortal yo fuese,
Fin diera á mi penar, y huyendo haria
A la fraterna sombra compañía!

CLXXXI.

«¡Héme ahora inmortal! ¡Oh hermano mio!
¿Qué habrá sin tí que enojos no me sea?
¿Y dónde mi doliente desvarío
Abismo tan profundo cual desea
Que me trague hallará, y en el umbrío
Reino sepulte á esta infelice dea?»
Dice, y llora, y cubierta un glauco velo,
En hondas linfas escondió su duelo.

CLXXXII.

Enéas entretanto con la grande
Arbórea lanza á su contrario acosa;
Hace el hierro brillar miéntras la blande,
Y habla; en su voz la indignacion rebosa:
«¡Qué! ¿y será que tu planta se desmande,
Turno, á nueva tardanza vergonzosa?
Con bravas armas ya, no en triste huida,
Brazo á brazo el combate se decida!...