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VIRGILIO.


CXCII.

«¡Venciste! todo en mí te pertenece;
Me han visto los Ausonios prosternado
Tender las palmas. Si piedad merece
Un padre (fuélo Anquises) desdichado,
La ancianidad de Dauno compadece,
Yvivo, ó muerto, cual te venga en grado,
Este hijo tu piedad le restituya.
¡Oh! cese tu rencor; ¡Lavinia es tuya!»

CXCIII.

Paróse armado el héroe encrudecido,
Yrevolviendo los ardientes ojos
La diestra reprimió: ya del rendido
El discurso amansaba sus enojos,
Cuando el infausto talabarte vido
De Palante asomar, ricos despojos
Que echó sobre sus hombros Turno ufano,
Muerto el mancebo, y con sangrienta mano.

CXCIV.

Han resaltado las que el cinto lleva
Lucientes inequívocas labores.
Conforme Enéas las miradas ceba
En aquel monumento de dolores
Insanables, la colera renueva,
Y clama así, terrible en sus furores:
«¿Con tan queridas prendas te atavías,
Y escapar de mis manos presumías?