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Lord Byron.

Nelson, verbigracia, no hubieran sido maridos infieles! Recordamos aún otro hecho más singular todavía. En una época en la cual hombres cuyas galanterfas conocia todo el mundo y que, además, habían adquirido notoriedad legal, sin que fueran parte á impedirles llegar á los primeros puestos del Estado, en la magistratura, en la política y en la milicía, y hasta la presidencia de congregaciones religiosas y de caridad, y á ser, no sólo bien recibidos en todas partes, sino es solicitados y mimados de la multitud; en esa misma época (la posteridad, tal vez no lo crea) un tropel de moralistas amotinados acudió á un teatro para cubrir de invectivas y de silbidos á un pobre actor que habia perturbado la felicidad conyugal de un alcalde. ¿Qué había en esta ofensa que así excitaba el celo del auditorio contra el ofensor, ó en defensa del ofendido? Misterio es este que jamás hemos podido penetrar ni comprender, porque nunca se ha supuesto, que nosotros sepamos, que el oficio de actor sea singularmente propicio al desarrollo de virtudes austeras, ni que los alcaldes posean inmunidades de tal naturaleza que los pongan á salvo y los garanticen y preserven de semejantes dasgracias; contratiempo que á la sazon excitaba tanto la saña del público. Así es la juscia humana.

En ambos casos el castigo era extremado; pero la ofensa conocida y probada. En cuanto á lord Byron, se mostró la opinion mucho más severa, haciendo con él una justicia á la Jedwood: primero lo ejeculó, despues le instruyó la causa, y, por últime, lo acusó, si es que lo hizo, porque sin saber nada de cuanto pudo pasar en la familia, la opinion pública se declaró contra él, y forjó cuantas novelas pudieran justificar su cólera; variaciones sobre