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Dramáticos ingleses.

ros de entonces, vigilaba á su resabiado marido con tanto extremo como Mr. Pinchwife á su esposa, la provinciana, con lo cual la vida de Wycherley se hizo más triste y penosa todavía. Bastará que digamos, para dar idea de cuánto hubo de sufrir con ella, que cuando le consentia un rato de expansion con sus amigos en un café vecino de su casa, era necesario que Wycherley se colocara cerca de una ventana, y en disposicion tal, que su esposa pudiera ver al paso si habia damas en la tertulia.

La muerte de la condesa libertó al poeta de su cautiverio; pero una serie de contrariedades y desgracias vino á destruir su salud, su inspiracion y su fortuna. Su mujer habia tenido el propósito de hacerle donacion de cuantiosos bienes; pero, en vez de esto, le dejó un pleito; y como su padre no podia ó no queria acudir á sus necesidades, Wycherlay dió con su persona en la cárcel, á donde lo llevó el rigor de sus acreedores, y lo tuvo por espacio de siete años completamente olvidado, á lo que parece, de la sociedad culta y distinguida en que vivió siempre, siendo uno de sus principales ornamentos. Y tanto subió de punto su miseria, que en cierta ocasion pidió prestadas veinte libras esterlinas al editor á quien habian enriquecido sus obras, que éste le negó. Sus comedias, no obatante, continuaban atrayendo gran concurrencia á los teatros; pero el público no se preocupaba mucho ni poco de la suerte del autor, y así hubiera seguido si Jacobo II, que acababa de suceder en el trono al rey difunto, no hubiese acertado á ir una noche al teatro en ocasion que se representaba El hombre honrado. Agradóle la comedia, se informó del autor, recordó haberlo visto, tal vez, entre los más distinguidos cortesanos de su hermano, se do-