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Domingo F. Sarmiento

El día que pasaron la cordillera hubo una escena patética. Era preciso deponer las armas, no había forma de hacer concebir á los indios que había países donde no era permitido andar con la lanza en la maño. Navarro se acercó á ellos, les habló en la lengua; fuése animado poco á poco; dos gruesas lágrimas corrieron de sus ojos, y los indios clavaron con muestras de angustia sus lanzones en el suelo. ¡Todavía después de emprendida la marcha, volvieron sus caballos y dieron vuelta en torno de ellos, como si les dijesen un eterno adiós!

DOMINGO F. SARMIENTO Con estas disposiciones de espíritu pasó el mayor Navarro á Chile, y se alojó en Guanda, que está situado en la boca de la quebrada que conduce á la Cordillera. Allí supo que Villafañe volvía á reunirse á Facundo, y anunció públicamente su propósito de matarlo.

Los emigrados que sabían lo que las palabras impor taban en boca del mayor Navarro, después de procurar en vano disuadirlo, se alejaron del lugar de la escena. Advertido Villafañe, pidió auxilio á la autoridad, que le dió unos milicianos, los cuales le abandonaron desde que se informaron de lo que se trataba. Pero Villafañe iba perfectamente armado y traía adernás seis riojanos. Al pasar por Guanda, Navarro salió á su encuentro, y mediando entre ambos un arroyo, le anunció en frases solemnes y claras su designio de matarlo, con lo que se volvió tranquilo á la casa en que estaba á la sazón almorzando. Villafañe tuvo indiscreción de alojarse en Tilo, lugar distante sólo cuatro leguas de aquél en que el reto había tenido lugar.

A la noche, Navarro requiere sus armas y una comitiva de nueve hombres que lo acompañan, y que deja en lu gar conveniente cerca de la casa de Tilo avanzando él soo á la claridad de la luna. Cuando hubo penetrado en el patio abierto de la casa, grita á Villafañe, que dormía con los suyos en el corredor: «Villafañe, ¡levántate! Vengo á matartet, el que tiene enemigos no duerme».

Toma éste su lanza, Navarro se desmonta del caballo, desenvaina la espada se acerca y lo traspasa. Entonces dispara un pistoletazo, que era la señal de avanzar que había dado á su partida, la cual se echa sobre la comitiva del muerto, la mata ó dispersa. Hacen traer los animales de Villafañe, cargan su equipaje y marchan en lugar de él á la República Argentina á incorporarse al ejército.