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Domingo F. Sarmiento

los errores de su siglo y preparándose para destruirlos de un golpe. Todo va á ser nuevo, obra de su ingenio: vamos á ver este portento.

De la Sala de Representantes, adonde ha ido á recibir el bastón, se retira en un coche «colorado», mandado pintar exprofeso para el acto, al que están atados cordones de seda «colorada», y á los que se uncen aquellos hombres que desde 1833 han tenido la ciudad en continua alarma por sus atentados y su impunidad; llámase la Sociedad Popular», y lleva apuñal» á la cintura, chaleco «colorado»», y una cinta «colorada», en la que se lee: «Mueran los unitarios».

En la puerta de su casa le hacen guardia de honor eslos mismos hombres; después acuden los ciudadanos, después los generales, porque es necesario hacer aquella manifestación de adhesión sin límites á la persona del Restaurador. Al día siguiente aparece una proclama y una lisla de proscripción, en la que entra uno de sus concuñados, el doctor Alsina. I.a proclama aquélla que es uno de los pocos escritos de Rosus, es un documento precioso que siento no tener á mano. Era un programa de su gobierno, sin disfraz, sin rodeos: «el que no está conmigo, es mi enemigo», tal era el axioma de política consagrada en ella.

Se anuncia que va á correr sangre, y tan sólo promete no atentar contra las propiedades. ¡Ay de los que provoquen su cólera!

Cuatro días después, la parroquia de San Francisco anuncia su intención de celebrar una misa y «Te Deum»» en acción de gracias al Todopoderoso, etc., etc., invitando al vecindario á solemnizar con su presencia el acto. Las calles circunvecinas están empavesadas, alfombradas, tapizadas, decoradas. Es aquello un bazar oriental en que se ostentan tejidos de damascos, púrpura, oro y pedrerías, en decoraciones caprichosas. El pueblo llena las calles, los jóvenes acuden a la novedad, las señoras hacen de la parroquia su paseo de la tarde. El «Te Deum» se posterga de un día á otro, y la agitación de la ciudad, el ir y venir, la excitación, la interrupción de todo trabajo, dura cuatro, cinco días consecutivos. La «Gaceta» repite los más míninos detalles de la espléndida función.

Ocho días después, otra parroquia anuncia su «Te Deurn»; los vecinos se proponen rivalizar en entusiasmo y obscurecen la pasada fiesta. ¡Qué lujo de decoraciones;