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Domingo F. Sarmiento

ninguno de sus peones lo cargó jamás, no obstante que la mayor parte de ellos eran asesinos perseguidos por la jusficia. Una vez él, por olvido, se ha puesto el puñal á la eintura, y el mayordomo se lo hace notar; Rosas se baja los calzones y manda que se le den los doscientos azotes, que es la pena impuesta en su estancia al que lleva cuchillo, Habrá gentes que duden de este hecho confesado y publicado por él mismo; pero es auténtico, como lo son las extravagancias y rarezas sangrientas que el mundo civilizado se ha negado obstinadamente á creer durante diez años. La autoridad ante todo, el respeto á lo mandado, aunque sea ridículo ó absurdo: diez años estará en Buenos Aires y en toda la República haciendo azotar y degollar hasta que la cinta colorada sea una parte de la existencia del individuo, como el corazón mismo. Repetirá en presencia del mundo entero, sin contemporizar jamás, en cada comunicación oficial: «Mueran los asquerosos, salvajes, inmundos unitarios!» hasta que el mundo entero se eduque y se habitúe á oir este grito sanguinario, sin escándalo, sin réplica, y ya hemos visto á un magistrado de Chile tribular su homenaje y aquiescencia á este hecho que, al fin, a nadie interesa.

¿Dónde, pues, ha estudiado este hombre el plan de innovaciones que introduce en su gobierno», en desprecio del sentido común, de la tradición, de la conciencia, y de la práctica immemorial de los pueblos civilizados? Dios me perdone si me equivoco, pero esta idea me domina hace tienipo: en la «Estancia de ganados» en que ha pasado toda su vida, y en la Inquisición en cuya tradición ha sido educado. Las fiestas de las parroquias son una imitación de la chierran del ganado, á que acuden todos los vecinos; la cinta colorada» que clava & cada hombre, mujer ó niño, es la «marca» con que el propietario reconoce su ganado; el degüello & cuchillo, erigido en medio de ejecución públira, viene de la costumbre de «degollar» las reses que tiene todo hombre en la campaña; la prisión sucesiva de cende ciudadanos sin motivo conocido y por años enteros, es el rodeo con que se dociliza el ganado, encerrándolo diariamente en el corral; los azotes por las calles, la Muzorca, las malanzas ordenadas, son otros tantos medios de adomar» á la ciudad», dejarla al fin como el ganado más manso y ordenado que se conoce.